El asesinato de Luis Donaldo Colosio (1950-1994), candidato a Presidencia de la República por el Partido Revolucionario Institucional, ocurrió el miércoles 23 de marzo de 1994 a las 5:12 de la tarde, hora del Pacífico, 7:12 hora de la Ciudad de México. Fue herido mortalmente tras presidir un mitin en la colonia Lomas Taurinas de Tijuana, por Mario Aburto Martínez.
Luis Donaldo Colosio obtuvo la candidatura presidencial bajo el procedimiento informal conocido como "destape", acostumbrado durante los gobiernos priistas en México. En él, aproximadamente un año y medio antes de la fecha de las elecciones, se empezaban a manejar en los medios de comunicación los nombres de quienes podían obtener la nominación del PRI, todos pertenecientes al gabinete del Presidente en turno porque era éste quien en realidad designaba directamente al candidato a través del mecanismo conocido como dedazo. Durante casi sesenta años, al tratarse de un sistema prácticamente unipartidista, al "destapado" se le consideraba como el nuevo presidente y la campaña se afrontaba como un trámite. Ello explica parte del gran daño sistémico que este atentado causó al régimen político mexicano: aunque ya en 1988 se había presentado un proceso electoral lo suficientemente competido que incluso se presume fue fraudulento, Colosio era visto como el sucesor de Carlos Salinas.
El "destape" de 1993 cumplió puntualmente con todas las reglas no escritas: el PRI anunció el apoyo de los sectores obrero, campesino y popular a favor de Luis Donaldo Colosio, secretario de Desarrollo Social, el 28 de noviembre de ese año. Aunque se manejaron varios nombres más, se considera que los otros precandidatos "finalistas" fueron Pedro Aspe Armella, secretario de Hacienda y Manuel Camacho Solís, titular del Departamento del Distrito Federal. En los reacomodos políticos posteriores a la designación, Aspe continuó en la SHCP; Camacho renunció al DDF en represalia por no haber obtenido la nominación, aunque luego aceptó hacerse cargo de la Secretaría de Relaciones Exteriores, y Zedillo fue nombrado por Colosio coordinador de su campaña electoral, en un movimiento operado por José María Córdoba que se vio como un intento de Salinas por imponer su proyecto político. Durante varios sexenios, el candidato presidencial priista nombraba como su coordinador de campaña a quien sería su sucesor al terminar el sexenio. Esa regla se cumplió con Miguel de la Madrid Hurtado, Carlos Salinas y Luis Donaldo Colosio, quienes nombraron como sus coordinadores a Salinas, Colosio y Ernesto Zedillo, respectivamente. Aunque existen indicios de que la llegada de Zedillo al equipo colosista fue una imposición de Salinas, éste sostiene que fue el propio candidato quien lo solicitó.
El candidato titubeante
A finales de 1993, arropado por la unidad del priismo, un entorno económico en apariencia favorable con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, y la confianza en una imagen al alza entre los electores, Luis Donaldo Colosio y su equipo contaban con buenos augurios para su campaña proselitista. Preveían un esquema de "herradura" con una duración de nueve meses, según el cual durante enero, febrero y marzo de 1994 se centrarían en promover y cerrar alianzas políticas; los momentos "fuertes" se esperaban para después de la Semana Santa, a principios de abril, con una tendencia al alza cuyo clímax se alcanzaría el día de las elecciones, el 21 de agosto.[3]
Toda esta planeación se truncó la madrugada del 1 de enero de 1994, cuando estalló la rebelión armada en la que guerrilleros indígenas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional tomaron varias poblaciones del estado de Chiapas, con doce días de combates con efectivos del Ejército Mexicano. Ante un escenario impreciso, con datos contradictorios y aún sin una estrategia clara, el 2 de enero el presidente Salinas le pidió a Colosio que no iniciara su campaña hasta que la guerra estuviera solucionada, y también que evitara hacer proselitismo en esa entidad federativa.
El 10 de enero, en una decisión que sorprendió a toda la clase política, empezando por el propio Colosio, el entonces Presidente de la República nombró a Manuel Camacho, el precandidato perdedor durante la búsqueda de la candidatura priista, como comisionado para la paz en Chiapas. Esa decisión, que Salinas asegura fue consensuada con Colosio,[5] fue vista como el inicio del rompimiento entre el Presidente y su candidato, ya que se interpretó como un signo inequívoco de apoyo a las aspiraciones presidenciales del ex regente del DF. Ese mismo día, en Huejutla, en la Región Huasteca del estado de Hidalgo, contrariando la petición presidencial, Colosio arrancó su campaña casi inadvertidamente, en un mitin con pocos asistentes que duró poco más de 20 minutos.
Durante las semanas siguientes, con toda la atención mediática centrada en las negociaciones con los zapatistas en San Cristóbal de las Casas, Colosio realizó su campaña de manera fría y vacilante. En ese entorno, en el que ex regente del Distrito Federal había renovado su relevancia política, a finales de febrero y principios de marzo comenzó a correr la versión de que Colosio renunciaría a la candidatura del PRI para dejar el sitio a Camacho. La tensión aumentó a grado tal que el propio Carlos Salinas se vio forzado a declarar, en una reunión con priistas, la famosa frase "No se hagan bolas, el candidato es Luis Donaldo", que exacerbó la tensión en lugar de atenuarla. En esos meses el Presidente y el candidato priista se habían distanciado: pese a ser colaboradores cercanos y amigos personales, durante 1994 se reunieron una sola vez, el 27 de enero. En medio de ese ambiente adverso, con señales de que había perdido el favor presidencial, Colosio vio una oportunidad para levantar su campaña en el acto por el 65 aniversario del PRI.
El discurso del 6 de marzo
Colosio y su equipo decidieron relanzar la campaña en la ceremonia del 6 de marzo, en un evento de masas en elMonumento a la Revolución. Numerosos analistas políticos afirman, que el discurso que leyó ese domingo significó un punto de ruptura de Colosio con Salinas de Gortari, como una suerte de separación padre-hijo; los más suspicaces, que fue su sentencia de muerte.
Con un componente emotivo inspirado en el Yo tengo un sueño de Martin Luther King, ideológicamente el discurso no se alejó de las tesis del liberalismo social esgrimidas por el salinismo desde 1988, enfatizando valores como democracia, reforma política, nuevo federalismo y soberanía. Lo políticamente significativo fue que propuso un distanciamiento del PRI con el gobierno, estableciendo límites constitucionales al presidencialismo dándole más facultades al Congreso de la Unión, lo que significaba una reforma profunda al sistema político e implícitamente criticaba y representaba un rompimiento de Colosio con el régimen que lo había encumbrado.
Aunque es creencia popular que ese discurso le costó la vida, en el pasado Colosio ya había criticado al presidencialismo. En 1990, cuando era dirigente nacional del PRI, durante un evento multitudinario realizado en el Palacio de los Deportes de la Ciudad de México, llamó a "poner punto final a la perversión política de las decisiones cupulares y centralizadas, la imposición y la antidemocracia". En el marco de la 14 Asamblea Nacional de PRI, expresó su deseo de "transformar nuestro partido para que prevalezcan los métodos democráticos, se desechen el autoritarismo, la política burocrática, los dogmatismos y la arbitrariedad".
¿Por qué Lomas Taurinas?
Uno de los puntos que levantó sospecha en torno al caso fue la elección de Lomas Taurinas como sede del mitin, ya que se trataba de un lugar que no contaba con las condiciones mínimas de seguridad para los asistentes ni para el candidato, y presentaba múltiples problemas de logística; todo ello se pasó por alto.
A principios de marzo de 1994 el equipo de campaña decidió que se realizaría una visita a Tijuana, que incluiría un "diálogo" con colonos de zonas populares. Para la sede del acto político se descartaron zonas conocidas como El Terrenazo y El Florido, así como el hipódromo, la plaza de toros, la explanada del PRI local, el ejido Mariano Matamoros y un deportivo, porque no se quería realizar un evento de gran magnitud que ocasionara problemas viales. El 17 de marzo Guillermo Hopkins, subcoordinador de Logística de la campaña, decidió que el mitin se realizaría en Lomas Taurinas, a sugerencia de Jaime Martínez Veloz, entonces subdelegado de Sedesol en la Zona Costa de Baja California. En el expediente de la investigación se consigna que se eligió Lomas Taurinas porque "era una colonia beneficiaria de Sedesol, eminentemente priista, representativa de las características urbanas de Tijuana, con bajas condiciones socioeconómicas, por tener un escenario natural y de fácil acceso, era representativa de los problemas de la mayoría de colonias tijuanenses, había sido visitada por otros candidatos del PRI y es cercana al aeropuerto".
Lomas Taurinas se ubica en una barranca cerca de la línea internacional con Estados Unidos, a espaldas del aeropuerto. Está rodeada por otras colonias populares. En 1994 la habitaban alrededor de 20 mil familias que carecían de agua potable, drenaje y calles pavimentadas La zona donde se realizó el mitin era un parque terregoso en la confluencia de las calles La Punta, Torrecillas, López Mateos y Mariano Arista. En el flanco sur, en donde desemboca la calle Mimiahuapan, corría un pequeño río de aguas negras llamado Canal de Pastejé. Para llegar a la explanada había un puente de madera, sin barandal, de 2.80 metros de ancho y siete metros de longitud.
El PRI local, que organizó el acto, decidió utilizar la parte trasera de una pick up como templete, ya que se trataba de un acto “informal”. El vehículo fue estacionado en la parte más alta de la plaza, en el lado norte, en la esquina de Torrecillas y López Mateos.
El mitin
En la investigación se consignan tres itinerarios para el candidato priista para el 23 de marzo de 1994; el que finalmente se aplicó marcaba que llegaría a Tijuana a las tres de la tarde, para una visita de dos días; estaría en Lomas Taurinas media hora después para un diálogo con colonos; a las 18:30 llegaría al Club Campestre para un diálogo con maestros, y a las 21:00 cenaría con representantes de la sociedad civil. Dormiría en esa ciudad.
Procedente de La Paz, Baja California Sur, Colosio arribó en un avión privado al Aeropuerto Internacional General Abelardo L. Rodríguez de Tijuana a las cuatro de la tarde, una hora más tarde de lo programado. Ahí lo esperaban entre mil 500 y 2 mil personas, mientras que en Lomas Taurinas ya se encontraban entre 3 mil 500 y 4 mil, casi el doble de lo que estimaron los miembros de logística y seguridad. La mayoría de los asistentes eran integrantes de comités del Programa Nacional de Solidaridad, agrupaciones políticas y grupos populares del PRI. Su esposa, Diana Laura Riojas, llegó al mismo sitio una hora después.
En Lomas Taurinas, antes de la llegada de Colosio varios jóvenes extendieron una manta en la que se leía “En Baja California decimos basta, no más engaños, no más PRI-Gobierno”, y al reverso decía “Ojo (Manuel) Camacho y Subcomandante Marcos te vigilan”. Sus portadores -identificados después como estudiantes del Tecnológico de Tijuana- la retiraron sin mayores incidentes, a petición de algunos priistas.
El candidato arribó en una camioneta Blazer por la calle Valente Arellano, a las 16:35 de la tarde. El vehículo se detuvo en el lado sur de la hondonada. El candidato descendió entre vítores de los asistentes al mitin, y caminó con dificultad entre el polvo y las piedras, para cruzar el puente de madera y llegar al templete improvisado. Su primer círculo de guardaespaldas, formado por integrantes en activo y retirados del Estado Mayor Presidencial, avanzaba en torno suyo, en medio de los empellones.
Fragmento del discurso de Colosio:
Un gobierno responsable es aquel que sirve a todos sin distingo de partidos políticos. Un gobierno responsable es el que está cerca de la gente. Un gobierno responsable es que el escucha y el que atiende el reclamo popular. Ese es el gobierno responsable que los priistas queremos encabezar. Por eso quiero ser presidente de México. Aquí en Tijuana, como en Baja California, ¡vamos a ganar!... Vamos a ganar porque sabemos lo que es la competencia política... ¡lo que sí rechazamos es la incompetencia política!
En total, el acto duró unos 35 minutos.
El atentado
A las 17:10 horas, Colosio terminó su discurso y se dirigió con su comitiva de regreso a la camioneta Blazer, que lo conduciría al Club Campestre de Tijuana. El orador pidió por el micrófono a los asistentes que lo despidieran. Como fondo sonaba fuerte la canción "La culebra" de la Banda Machos. Los integrantes del grupo Orden, Vallas y Porras (o Grupo Omega, formado por ex policías, cuya función era crear un el segundo anillo de seguridad en torno a Colosio, luego de su escolta personal) de inmediato trataron de formar barreras para darle paso por el costado izquierdo del templete, pero no lo lograron porque la multitud de mujeres, niños, hombres y jóvenes se arremolinó en torno a él para saludarlo y entregarle peticiones, lo que lo forzó a caminar, con mucha dificultad, hacia el costado derecho. El cuerpo de seguridad quedó rebasado por la aglomeración y el apretujamiento. Frente al candidato caminaban el coronel Federico Reynaldos del Pozo y el mayor Germán Castillo, mientras que detrás de él venía el general Domiro García Reyes. En el flanco izquierdo iba el ex policía Fernando de la Sota, líder del Grupo Omega, y en el derecho el teniente Miguel Cimbrón. A las 17:12 de la tarde, cuando Colosio había recorrido aproximadamente trece metros y medio en la explanada, uno de los asistentes al mitin logró penetrar el débil cerco de seguridad, puso un revólver Taurus calibre 38 cerca de su oído derecho e hizo fuego.[12]Inmediatamente el agresor hizo otro disparo que alcanzó al político en el abdomen, quien se desplomó inconsciente, sangrando profusamente de la cabeza. En medio de la confusión, los guardaespaldas capturaron a un hombre de unos 25 años, de complexión delgada, tez morena y pelo rizado, vestido con pantalón de mezclilla y una chamarra negra.
Elementos de seguridad levantaron a Colosio y lo llevaron en vilo hacia la camioneta Blazer estacionada a un lado del puente de madera, pese a que en el lugar había dos ambulancias; incluso en una de ellas estaba la entonces directora del Hospital General de Tijuana, Rosalinda Guerra. No habían recorrido más de 500 metros cuando los alcanzó otra ambulancia del Grupo de Rescate Delta. Domiro García Reyes ordenó que se detuvieran para cambiar de vehículo.
Mientras, otros guardaespaldas rodeaban al detenido, identificado como Mario Aburto Martínez, para protegerlo de los enfurecidos asistentes al mitin, quienes trataban de lincharlo. Inmovilizado, el agresor gritaba "fue el ruco, fue el ruco", refiriéndose a Vicente Mayoral, uno de los integrantes del grupo de seguridad, quien también fue detenido y presentado.
Declaratoria de muerte
Menos de diez minutos después del atentado, la ambulancia arribó al Hospital General de Tijuana, ubicado a poco más de cinco kilómetros de Lomas Taurinas. A las 17:20 el candidato ingresó inconsciente al área de Urgencias, en paro respiratorio pero con pulso. De inmediato lo transfirieron a quirófano, donde lo atendieron dos equipos de cirujanos simultáneamente: uno le realizó una craneotomía para la herida en la cabeza, con entrada en la región temporal derecha y salida en la región parietal izquierda; y el otro una laparotomía exploradora en la zona superior izquierda del abdomen. Se “realizaron diversas maniobras encaminadas a tratar de salvar la vida del paciente, pero médica y clínicamente era (imposible) por la gravedad de la lesión en la cabeza, no así la lesión que presentaba en el abdomen, ya que no hubo lesión en algún órgano interno, ya (que) nunca atravesó el peritoneo parietal, siendo una lesión en sedal, y sin poder precisar el tiempo y a consecuencia de la gravedad no obstante todos los esfuerzos humanos y médicos que se realizaron, falleció el licenciado Colosio”.
Aproximadamente a las 18:55, Colosio sufrió un paro cardiocirculatorio irreversible. Durante los siguientes 50 minutos los médicos realizaron labores de resucitación, sin resultado. Lo declararon muerto a las 19:45 horas, tiempo del Pacífico. Aunque llegó prácticamente muerto al hospital, la incógnita sobre su condición se mantuvo durante más de tres horas. Los políticos locales Amador Rodríguez Lozano y César Moreno informaron que la operación de abdomen había sido exitosa. A las 19:50, la directora del hospital, Rosalinda Guerra, declaró que esperarían a que concluyera la cirugía craneal, hacia las 20:20, para brindar alguna información, aunque para ese momento el candidato ya había expirado. Afuera del hospital -donde más de 600 personas esperaban noticias- y en general en todo el país se vivía un clima de tensión, dado que un crimen político de esa magnitud no se había visto en generaciones. Las cadenas de televisión y radio interrumpieron sus programaciones y se enlazaron con sus corresponsales y enviados en Tijuana. El hermetismo dio paso a especulaciones: se discutió si Colosio podría continuar como candidato, si quedaría en estado vegetativo o si sería trasladado a San Diego.[15]
En el hospital, hubo fricciones entre los reporteros y policías judiciales y antimotines, debido a que a una unidad de la empresa Televisa se le permitió entrar al área de quirófanos, marginando a los otros medios de comunicación. A las ocho de la noche empezó a circular el rumor del deceso. Finalmente a las 8:47 de la noche, una hora y 12 minutos después de la declaratoria de muerte de parte de los médicos, Liébano Sáenz, secretario de Información y Propaganda de la campaña, anunció el fallecimiento en el vestíbulo del hospital, rodeado por decenas de reporteros y camarógrafos.
Carlos Salinas emitió dos declaraciones: una a las 19:05, hora de México, y otra dos horas después. En la primera dijo que había enviado a su médico personal y a un "especialista" para auxiliar a los médicos que trataban al candidato, así como al procurador general de la República, para "coadyuvar en la investigación. En el segundo comunicado, confirmado el fallecimiento, se comprometió a aplicar la ley con rigor y esclarecer el crimen a plenitud.
Las horas de la confusión
Inmediatamente después del atentado, los guardaespaldas subieron a Mario Aburto a una camioneta Suburban negra, que empezó a avanzar entre el tumulto. Cuando el vehículo logró salir de Lomas Taurinas, fue detenido por elementos del Grupo Táctico Especial de la policía de Tijuana, quienes pidieron a gritos a los militares que se acreditaran. El coronel Reynaldos, quien iba al volante, les mostró su identificación y con eso pudieron seguir su camino.
Herido en la cabeza, cubierto de sangre, con la camisa abierta y esposado, Aburto fue conducido a la delegación de la PGR en Baja California, cuyo responsable era José Arturo Ochoa Palacios. Apenas llegó fue interrogado por primera vez. Aunque el encargado formal debía ser Raúl Loza Parra, subdelegado de la Policía Judicial Federal, intervinieron en total unas quince personas, entre miembros del Estado Mayor, policías judiciales y agentes del Ministerio Público, por lo que las preguntas se realizaron de manera desordenada y "sin orientación criminalística", a decir de la Subprocuraduría especial.
Aunque la Subprocuraduría especial concluyó que en Lomas Taurinas sólo se utilizó un arma para agredir a Colosio, reconoció que surgieron dudas debido a que los miembros del EMP no la entregaron inmediatamente, sino que la conservaron por unas horas, como también hicieron con la bala encontrada en el sitio. El desorden en el primer interrogatorio se debió sobre todo a que los militares prácticamente "tomaron" la sede de la PGR en Tijuana. Refiere Loza Parra: "Al llegar con los detenidos, el cuerpo de seguridad del candidato no nos lo entregó inmediatamente, ni a mí ni a la guardia de agentes. Hicieron suyas las oficinas. Y como yo sabía que eran del Estado Mayor, les presté auxilio".[17] Veinte minutos después de Aburto, elementos del Grupo Omega llegaron con Vicente Mayoral. Durante esas primeras horas, el detenido evadió las preguntas y mantuvo un mutismo casi absoluto.[18] Semanas después, ya en el penal de Almoloya, dijo que no recordaba nada lo que dijo esa tarde y noche porque le habían dado de beber alguna "sustancia extraña" o por un golpe que recibió en la cabeza.[19]
La primera declaración ministerial de Aburto se registró a las 19:30 del 23 de marzo. En ella estuvieron presentes José Luis Pérez Canchola, entonces procurador estatal de los Derechos Humanos, así como Xavier Alfonso Carbajal, presidente del Colegio de Abogados Emilio Rabasa, como su representante legal. Cabe destacar que Loza Parra grabó todo lo que se dijo durante las horas que duraron el interrogatorio y la declaración. Sin embargo, el acta del Ministerio Público constó sólo de tres cuartillas y media.
En el curso de las horas siguientes también hablaron con él los subprocuradores Alfonso Cabrera Morales y René González de la Vega, así como los entonces procurador general de la República, Diego Valadés Ríos, y gobernador de Sonora, Manlio Fabio Beltrones, quien se ostentó como "enviado presidencial".
Acusado de los delitos de homicidio calificado y portación ilegal de arma de fuego, Aburto fue trasladado vía aérea a la Ciudad de México la mañana del 24 de marzo, y de ahí al Centro Federal de Readaptación Social Número 1, en Almoloya de Juárez, Estado de México.
Exequias
La Autopsia al cadáver de Colosio comenzó hacia las 9:30 de la noche y duró unas dos horas. Se estableció que la causa determinante de muerte fue una “herida por proyectil de arma de fuego, perforante de cráneo” Hacia las 23:00 horas se emitió el parte médico. A las 3:10 del 24 de marzo se hizo la identificación oficial del cadáver ante una agente del Ministerio Público Federal y se elaboró el acta de defunción. El testigo fue el médico militar Álvaro García Taxilaga, de la Coordinación de Logística del PRI, quien de inmediato solicitó que se le entregara para trasladarlo a la Ciudad de México.
El cuerpo arribó a las 8:05 del 24 de marzo a bordo del avión presidencial TP-03 Emiliano Zapata, al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Lo trasladaron a la sede del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, donde se montó una capilla ardiente en el auditorio Plutarco Elías Calles. En la explanada contigua se reunieron aproximadamente 3 mil militantes, que gritaban "Justicia, justicia", "Colosio sí, Camacho no", "¿Quién fue, quién fue?" y "Que no se archive, que vuelen cabezas". A las 8:45 de la mañana llegó el presidente Salinas acompañado por todo su gabinete y dirigentes priistas encabezados porFernando Ortiz Arana, para realizar la primera guardia ante el féretro. Al auditorio asistieron también los líderes nacionales del PAN, Carlos Castillo Peraza, y del PRD, Porfirio Muñoz Ledo; también los ex presidentes de la República Luis Echeverría Álvarez, José López Portillo y Miguel de la Madrid, el priista Francisco Labastida, así como la premio Nobel de la Paz 1992,Rigoberta Menchú Tum.
Al mediodía el ataúd fue llevado a la agencia funeraria Gayosso, donde se congregó la familia y las amistades más cercanas de la familia Colosio. También asistieron para dar el pésame los candidatos presidenciales Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y Diego Fernández de Cevallos. Llegó el comisionado para la paz Manuel Camacho, quien fue abucheado por simpatizantes colosistas.
La mañana del 25 de marzo el féretro con el cuerpo de Colosio llegó en avión a Nogales, Sonora, desde donde se le trasladó por vía terrestre al pueblo de Magdalena de Kino, su lugar de origen, donde fue recibido por los pobladores y llevado al cementerio local. En el sepelio, al que asistió toda la familia Colosio e incluyó una misa multitudinaria oficiada por elArzobispo de Hermosillo, Carlos Quintero Arce, Diana Laura Riojas leyó un discurso en el que dijo:
Las balas del odio, del rencor y de la cobardía interrumpieron la vida de Luis Donaldo... Él quería un México más justo. Le ofendía y le lastimaba la pobreza. Creía que los abismos de desigualdad dividen a la nación... Él creyó que tenía las respuestas para esta nación con hambre y sed de justicia... Por eso él quería ser Presidente de México... Luis Donaldo quería un futuro de paz y concordia. Quería un solo México. Sin divisiones, sin violencia, sin rencores entre hermanos.
Más tarde, cerca de las cinco y media de la tarde, el presidente Salinas llegó al cementerio, donde dejó una ofrenda floral. Luego se dirigió al domicilio de Luis Colosio Fernández y Ofelia Murrieta, padres del candidato fallecido, para dar sus condolencias.
Zedillo, candidato sustituto
Mientras el cuerpo de Colosio era velado en la Ciudad de México, los priistas literalmente se enfrascaron en una muy poco disimulada lucha por la candidatura vacante. Durante los primeros días, el relevo natural dentro de la lógica sucesoria de Carlos Salinas era Pedro Aspe, quien enfrentaba como limitante la fracción VI del artículo 82 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en la que se estipula que quien aspirara a ser presidente no debía ocupar ningún cargo público seis meses antes de la elección, que ese año se realizaría el 21 de agosto. El Presidente agotó todas las posibilidades legales, incluso sondeó la posibilidad de reformar el texto constitucional. Ante la oposición generada, incluso dentro del mismo PRI, así como la falta del apoyo del PAN, desistió. Por ello, además de Aspe quedaron fuera otros funcionarios como Emilio Lozoya, secretario de Energía, y Emilio Gamboa Patrón, titular de Comunicaciones y Transportes. También se mencionó la posibilidad de posponer los comicios, pero se descartó esa posibilidad.
Dentro del PRI se formaron varias facciones: una de ellas, de gobernadores, pedía como candidato a Fernando Gutiérrez Barrios, ex secretario de Gobernación y hombre ligado con la aparato de policía política mexicana durante décadas. Otra agrupaba a ex mandatarios estatales y ex legisladores —los llamados dinosaurios—, quienes se manifestaron a favor de Ortiz Arana. Otra, operada directamente por el hermano del Presidente, Raúl Salinas de Gortari, buscó que la nominación recayera en Beltrones. Una más, encabezada por el jefe de asesores presidenciales José María Córdoba, y apoyada por los sectores obrero y popular del PRI, pugnaba en favor de Aspe, y en caso de no lograr la reforma constitucional, de Ernesto Zedillo, más porque respondía, ideológica y políticamente, al proyecto transexenal salinista que por su desempeño como secretario de Estado, donde mantuvo un perfil bajo. Tampoco destacó como coordinador de la campaña presidencial: fue un secreto a voces que nunca fue bien recibido por el resto del equipo, y que por sus frecuentes errores Colosio estaba a punto de destituirlo del cargo cuando ocurrió el atentado.
Finalmente, la mañana del 28 de marzo Ortiz Arana anunció que no contendería por la nominación. Por la tarde, Salinas convocó a los gobernadores priistas y a los líderes del partido en Los Pinos. Apoyándose en un video tomado en noviembre de 1993 en el que, con palabras elogiosas, Colosio designa a Zedillo como su coordinador de campaña, Manlio Fabio Beltrones —se dice que a instancias de Salinas— sugirió a los asistentes que el ex secretario de Educación como el candidato idóneo. El Presidente lo secundó. A esa reunión se le conoció como el videodedazo. Al día siguiente se anunció el segundo "destape".
Muchas de las sospechas en el caso Colosio se generaron durante las horas y días inmediatos, debido a que las primeras investigaciones se realizaron en medio de un ambiente caótico en el que se ignoraron los protocolos mínimos de criminalística y se duplicaron funciones entre autoridades, todo lo cual se vio agravado por la presión política y mediática para hallar a los responsables del crimen. La tarde y noche del 23 de marzo, cuando la atención estaba centrada en la salud del candidato, la delegación de la PGR en Baja California fue completamente rebasada, lo que provocó la intervención atropellada de varias autoridades sin un hilo conductor. Así, mientras el Estado Mayor capturó y consignó al agresor, además de hallar el arma y una bala en la escena del crimen, por su cuenta la policía municipal aseguró y revisó las pertenencias del agresor, mientras que policías judiciales estatales detuvieron a Jorge Antonio Sánchez Ortega como sospechoso, pero fue el subdelegado Raúl Loza quien "encabezó" el anárquico primer interrogatorio de Aburto.
Durante esas primeras horas, se cometieron errores tan elementales como no preservar la escena del crimen, donde los peritos ministeriales y periciales reconstruyeron los hechos sin seguir un protocolo; la necropsia se realizó ante demasiadas personas, entre médicos y miembros del EMP, con una deficiente descripción del cadáver y sin establecer el plano de sustentación que permitiría determinar la trayectoria de los disparos. Además, por un descuido los peritos "lavaron" la ojiva hallada en Lomas Taurinas. Las teorías conspirativas aseguran que todas estas pifias fueron intencionales, con el fin de obstaculizar el esclarecimiento del caso.
El procurador Valadés Ríos llegó a Tijuana pocas horas después del crimen, y estuvo a cargo de las indagatorias durante sólo cuatro días. La mañana del 24 de marzo confirmó la identidad de Mario Aburto como el autor de los dos disparos contra Colosio, y después estableció la existencia de cómplices al acusar a Tranquilino Sánchez Venegas de haber abierto el paso al asesino. También dictaminó la posición víctima-victimario. En su primer informe, dijo:
De los múltiples datos aportados por los testigos oculares y de los elementos periciales obtenidos, quedó confirmado que Mario Aburto Martínez fue quien privó de la vida al licenciado Luis Donaldo Colosio... realizó dos disparos, uno directamente en la cabeza y otro en la región abdominal. El primero, mortal por necesidad. Ambos, con entrada y salida del proyectil.
En la investigación de este crimen el gobierno federal ejerció la facultad de "atracción" a favor de la PGR, aunque por ley correspondía en primera instancia al gobierno local al tratarse de un delito del fuero común. Sin una justificación legal convincente, el objetivo real fue dejar fuera a los gobiernos de Baja California y Tijuana, que presidían los panistas Ernesto Ruffo Appel y Héctor Osuna, respectivamente. Este "marginación" inició incluso antes: el 21 de marzo, integrantes del grupo de seguridad para el mitin, por órdenes expresas del líder del PRI en Tijuana, Antonio Cano Jiménez, se entrevistaron con el director de Seguridad Pública municipal, Federico Benítez López, pidiéndole que ningún policía local estuviera presente en el mitin, excepto cuatro motociclistas para despejar la calle de acceso. El funcionario aceptó, pero envió unilateralmente a elementos del Grupo Táctico Especial al parque Reforma, cercano a Lomas Taurinas. Después, a las autoridades estatales y locales se les impidió participar tanto en el interrogatorio a Aburto como en la autopsia al cadáver de Colosio, aunque por ley estaban obligadas a estar presentes.
Miguel Montes da marcha atrás
Durante las exequias, el Presidente decidió crear una subprocuraduría especial en la PGR para el caso. Le pidió a Diana Laura Riojas su opinión sobre Santiago Oñate Laborde, entonces encargado de asuntos internacionales de la campaña, además de amigo tanto de Colosio como del propio Presidente, para dirigirla. La viuda objetó dicha cercanía y su escasa experiencia en investigaciones criminales, y a su vez propuso al destacado jurista y docente Miguel Montes García, ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.[22] El 26 de marzo se publicó en el Diario Oficial de la Federación el decreto de creación.
Montes García estuvo a cargo del caso a partir del lunes 28 de marzo de 1994. A su equipo, dirigido por Emilio Islas Rangel, entonces director de la Interpol México, les llevó menos de una semana plantearse la teoría de la "acción concertada" para matar a Colosio, mediante el análisis de los videos disponibles. En esos días, agentes de la PGR detuvieron a 44 integrantes del Grupo Tucán (acrónimo de la frase "Todos Unidos contra Acción Nacional", "una suerte de club social de agentes judiciales retirados o desempleados que se ofrecieron generosamente a participar en la vigilancia del mitin", y los presentaron ante el Ministerio Público. Veinte de ellos reconocieron haber estado en Lomas Taurinas; tres -Vicente y Rodolfo Mayoral, y Rodolfo Rivapalacio- fueron enviados en avión a la Ciudad de México, y de ahí al penal de máxima seguridad de Almoloya, a donde ingresaron el viernes 1 de abril.
Un día antes, el fiscal se reúnió con Carlos Salinas en la residencia oficial de Los Pinos para mostrarle el análisis del video en el que se advierte un complot para asesinar a Colosio, en el que asegura participaron al menos siete personas en formación "diamante", ubicando en la operación, entre otros, a Tranquilino Sánchez y a dos jóvenes a quienes en principio identifican como El Lentes y El Clavadista. El presidente autorizó la difusión de los resultados. El lunes 4 de abril, Montes informó a los medios de comunicación que la agresión al candidato del PRI fue producto de una “acción concertada” en la que tomaron parte, además de Aburto y Tranquilino Sánchez, Rivapalacio, los Mayoral y otros integrantes del Grupo Tucán. Calificó la tesis del asesino solitario como insostenible. Además, reconoció que la bala hallada pudo ser "sembrada".
La línea de investigación empezó a cambiar cuando se hicieron exámenes de personalidad a Aburto y se analizaron sus cuadernos (el famoso "libro de actas"), que empezaron a conformar el perfil de un único autor intelectual y material. Además, sin nueva evidencia contra los inculpados, comenzó a tomar fuerza la tesis del "asesino solitario". Así, el 14 de julio, apenas tres meses y medio después de que anunció con total seguridad, en todos los medios de comunicación, que a Colosio le habían tendido una emboscada, Miguel Montes apareció de nuevo diciendo exactamente lo contrario: al no hallarse nuevos elementos de prueba a favor de la acción concertada, consideró agotada la investigación, por lo que afirmó que Mario Aburto fue el único planificador y autor del homicidio, y atribuyó sus acciones a una motivación política. Además, sostuvo que luego de recibir el impacto en la cabeza, Colosio giró 90 grados sobre su eje en dirección contraria a las manecillas del reloj, lo que le permitió a Aburto hacer el segundo disparo. Desacreditado, en medio de críticas y una incredulidad generalizada, el jurista ese mismo día presentó su renuncia a la subprocuraduría.
El 1 de junio de 1994, Montes informó los resultados de la investigación a Diana Laura Riojas, quien no los aceptó. La viuda calificó la tesis del asesino solitario como “poco convincente”.
La gestión gris
La jurista y académica Olga Islas de González Mariscal, entonces subprocuradora de Averiguaciones Previas de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, fue puesta a cargo del caso el 18 de julio de 1994. Inició con 31 líneas de investigación, que se centraron en reconstruir los hechos inmediatamente posteriores al asesinato y remarcar las omisiones de sus predecesores. Sin asumir una postura específica sobre el autor solitario o la acción concertada, su conclusión más importante fue establecer que Aburto fue interrogado fuera de la delegación de la PGR en Tijuana antes de su traslado a la Ciudad de México, y confirmó la presencia de un personaje no identificado que viajó en el avión con el asesino y sus custodios. Dejó abiertas catorce líneas de investigación. Durante su gestión Aburto fue sentenciado en primera instancia a 42 años de prisión.
Chapa y el segundo tirador
Con la llegada a la Presidencia de Ernesto Zedillo y el nombramiento del panista Antonio Lozano Gracia al frente de la PGR,Pablo Chapa Bezanilla asumió el caso el 16 de diciembre de 1994. A la subprocuraduría se le asignaron también las investigaciones de los asesinatos del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo y el político José Francisco Ruiz Massieu, por lo que una de sus directivas fue encontrar posibles nexos entre los tres crímenes.
En enero del año siguiente el caso Colosio dio un vuelco cuando Chapa resucitó la hipótesis de la "acción concertada" por medio de un segundo tirador, quien se habría ubicado al lado izquierdo del candidato y le habría disparado en sedal al abdomen. El subprocurador calificó las teorías del giro de 180 grados y el homicida único como “técnicamente imposibles”, y reconoció que la escena del crimen no sólo no fue preservada, sino que se le manipuló al afirmar que la bala hallada en Lomas Taurinas fue “sembrada”. El 24 de febrero se detuvo a Othón Cortés Vázquez, uno de los integrantes del Grupo Omega que fungía como chofer en la comitiva de Colosio. También consignó a Fernando de la Sota y a su subalterno Alejandro García Hinojosa, por falsear declaraciones.
La PGR sustentó la acusación contra Cortés Vázquez sobre todo en tres testigos que afirmaron haberlo visto con un arma apuntando al costado izquierdo de Colosio, y uno de ellos incluso lo vio disparar.
La gestión de Chapa terminó luego de que el 7 de agosto de 1996 el juez de la causa absolvió a Cortés Vázquez al desestimar a los testigos y considerar que el estudio criminalístico del segundo tirador presentado por la subprocuraduría, que además sustentaba la tesis de la bala "sembrada", era inconsistente. Además, por falta de pruebas salieron libres Vicente y Rodolfo Mayoral, así como Tranquilino Sánchez. De esta manera, luego de más de dos años del crimen, las investigaciones regresaron al punto de inicio, con Mario Aburto como único responsable y un cúmulo de dudas que hicieron crecer la sospecha. Pocos días después Lozano Gracia y Chapa Bezanilla fueron removidos de la PGR. Este último dejó las investigaciones en medio del descrédito, luego de que se supo que fabricó evidencias, recurrió a una vidente en el caso Ruiz Massieu, y sostuvo la tesis de que el cardenal Posadas Ocampo fue asesinado al ser confundido con el narcotraficanteJoaquín Guzmán Loera, alias El Chapo Guzmán; hipótesis que, como la del caso Colosio, muy pocos creen.
Luis Raúl González Pérez y el punto final
Con la investigación prácticamente sin ningún resultado, el 31 de agosto de 1996 Ernesto Zedillo designó al frente de la subprocuraduría al abogado y docente Luis Raúl González Pérez, quien como primer punto de su agenda, el 18 de septiembre de ese año, presentó 27 líneas de investigación. Dado el entorno de escepticismo e incredulidad, una de sus consignas fue poner "orden" en las pesquisas, además de esclarecer todas las sospechas —en total, agendó unas 300— hasta agotarlas. “A diferencia de cualquier investigador, de cualquier caso, en cualquier Procuraduría —de gobiernos panistas o perredistas—, ¿investigan las sospechas? ¿Investigan la especulación, lo que la gente pensaba, creía, las versiones que iban surgiendo? Aquí lo hemos hecho”.
Luego de indagar en torno a las 27 líneas, al final sólo quedaron las que se referían al móvil por narcotráfico (que decía que Colosio había sido ejecutado a pedido de líderes de cárteles criminales) y por el entorno político, y ambas se desecharon al no hallarse pruebas consistentes. La conclusión legal del caso fue que "Mario Aburto Martínez fue el autor de los dos disparos que recibió Luis Donaldo Colosio Murrieta, el homicidio se perpetró con una sola arma de fuego y la bala encontrada en el lugar de los hechos fue disparada por esa arma". Además, "no existe prueba jurídica que demuestre la coparticipación de personajes políticos y del crimen organizado".[27] Se desestimaron, “por contradictorios e inconsistentes”, los testimonios de quienes afirmaron haber visto a Aburto reuniéndose con los integrantes del Grupo Tucán. Se descartó la tesis de la acción concertada porque la evidencia es “equívoca o está desvirtuada”, ya que “jurídicamente se trata aquí de una acción de interpretación equívoca o susceptible de tener diversas apreciaciones o significados y no de contenido unívoco o que no deja lugar a dudas”.
El subprocurador también le tomó declaración durante 12 horas, el 28 de noviembre de 1996, a Carlos Salinas de Gortari, quien residía entonces en Dublín. Aunque este hecho generó gran expectación en los medios de comunicación mexicanos porque fue la primera vez que un ex Presidente de la República compareció en un juicio penal, su testimonio no fue relevante para esclarecer el caso.
Así, con un expediente de 68 mil fojas en 174 tomos y mil 993 declaraciones, la actuación legal de González Pérez se limitó a confirmar el alegato y la sentencia de 45 años de prisión contra Aburto como único autor del crimen, y contra las tres personas que acusaron a Othón Cortés, por falsear declaraciones. Con ello, la Subprocuraduría Especial se extinguió en el año 2000, poco antes de la llegada al poder federal del panista Vicente Fox Quesada.
La última alusión a esta investigación de parte del gobierno mexicano fue en marzo de 2006, cuando el entonces vocero de la Presidencia de la República, Rubén Aguilar Valenzuela, afirmó que para las autoridades el caso Colosio “está jurídicamente cerrado”.
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